APCS por Eduardo de la Serna. Lapidando a Cristina
En Israel, apedrear a alguien era una pena (habitualmente de muerte, aunque hay excepciones, por ejemplo, a Pablo) por delitos ligados especialmente contra Dios, o delitos públicos que podían invitar a su imitación.
Esto no impide que otros ambientes también lo aplicaran, y – en algunos – todavía lo apliquen. El objetivo fundamental era que todos ejecutaran la sentencia (no un juez) y que fuera público. Por eso – entre paréntesis – el testigo de un crimen debe ser el que arroje la primera piedra a fin de que Dios cargue la sangre del muerto “en su cuenta” si hubiera un falso testimonio (de aquí el famoso texto de Jesús, “el que esté libre de pecado tire la primera piedra”). Ciertamente se trata de una muerte atroz, a la que se añade la gravedad de la publicidad, que implica una grave deshonra para el ejecutado y su memoria.
Otros pueblos fueron variando las penas, como es el caso (también púbico y también infamante) de la cruz, creada por los persas y “mejorada” (sic) por los romanos. Pero en el Israel bíblico era la pena más frecuente.
El dicho “tirar la piedra y esconder la mano”, en este sentido, revela la cobardía de una ejecución pública del que el ejecutor (o uno de ellos) no se atreve a exponerse cuando, por definición, debiera visibilizarse.
Apedrear es, especialmente en lo simbólico, una costumbre que sigue vigente. Particularmente desde los Medios de Comunicación y las multitudes enardecidas por ellos. Pero no son los que tiran visiblemente la primera piedra, sino los que, ¡tirándola!, esconden la mano, de modo que las víctimas de sus mentiras y manipulaciones, sean los que completan la obra de la lapidación.
Ayer te tocó, ¡una vez más!, a Cristina. Por el pecado público de proponer, exponer y no acordar con los perversos. Debía ser apedreada. Y sobre ella fueron. Había que exorcizar el pecado público de la libertad, purificarnos de la pretensión de soberanía, demoler el escándalo de la justicia. Claro que algunos diremos que “esta película ya la vimos”, y trataremos de insistir, persistir y resistir en esto de querer una patria llena de otras, otros y otres. En ser pueblo, que le dicen.