Por Jorge Derra. El triste ocaso de Loma Verde
Loma verde es la localidad más joven del distrito de Escobar, en lo concerniente a la cuestión administrativa, solo hace unos meses que el actual Intendente le dio el rango de localidad.
Sin embargo es uno de los barrios más antiguos y con características particulares. Su formación como núcleo poblacional tiene que ver con la voluntad de sectores de la clase media, medio alta, que pretendían huir del ruido y la contaminación de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.
Así Loma verde fue tomando características particulares desde lo urbanístico que la transformaron en un verdadero refugio de naturaleza, árboles, pájaros, silencio y tranquilidad.
Pero no solo en esta fue una característica propia del lugar, su vida social y organización comunitaria, generaron un desarrollo institucional destacable.
Teniendo como eje aglutinante la Cooperativa Eléctrica, el barrio se fue conformando con variados y destacados actores, una escuela primaria y una secundaria, la sala de primero auxilios, una activa biblioteca y otras cuestiones que escapan al conocimiento de quien no es vecino del lugar, emprendimientos comerciales privados, míticas fábricas como Huges y la todavía vigente la Filomena, y en los últimos tiempos los emprendimientos inmobiliarios conocidos como barrios cerrados.
Desde antaño Loma verde fue receptora de los viejos establecimientos que ayudaron a que Escobar se reconociera como la Capital Nacional De La Flor. Muchos productores de flores de corte, de orígenes diversos como italianos, españoles, portugueses, japoneses, etc.
Con el tiempo el cultivo de flores de corte prácticamente desapareció de Escobar para instalarse al sur de la Capital, en el Gran La Plata, Florencio Varela y otros distritos de la zona.
Por un tiempo Loma verde se transformó prácticamente, en ese sentido, en algo así como un pueblo fantasma, con innumerable cantidad de predios abandonados, donde poco a poco se iban transformando en ruinas las instalaciones de viveros y predios dedicados al cultivo de flores y también algunos a las huertas de verduras.
Desde hace unos diez años o un poco menos, esa suerte parece estar cambiando, aunque es difícil poder establecer si realmente es para bien, antes pareciera que la situación tiende a empeorar.
El bucólico paisaje de las enormes y añosas arboledas que las antiguas propiedades presentaban, donde sus propietarios se rodeaban de tranquilidad, paz, silencio, aire puro, naturaleza, oxigeno y verde ya no es el mismo de años atrás.
Una transformación silenciosa parece no ser percibida por las autoridades municipales, ni siquiera por los mismos habitantes del lugar, no se trata solo de la proliferación de nuevos emprendimientos urbanísticos privados de elite, que con su polular de autos rompe la tranquilidad del barrio poco a poco, sino que muchos de esos viejos establecimientos productores de flores de corte abandonados, están siendo ocupados por una nueva actividad, la producción de plantines de ornamentales en macetas, que tienen como mercado justamente esas nuevas urbanizaciones de elite.
La característica de esta producción, es el uso en forma más que intensiva de agrotóxicos de alta peligrosidad para la vida en general y sobre manera para la vida humana. Son venenos usados en altísimas concentraciones, fumigados en predios productivos que muchas veces no tienen más de 1.000 metros cuadrados y están literalmente pegados a fincas que son ocupadas desde hace, en algunos casos más de 50 años, por personas que no tienen ni idea de que es lo que pasa del cerco para el lado de su vecino.
Es necesario entender que estos venenos tóxicos están pensados y diseñados para ser usados a campo abierto, con restricciones de uso en cercanía de lugares poblados, esas cercanías están en discusión pero nunca bajan de los 100 metros y en la mayor parte de los casos ronda los 400 metros.
Está científicamente probado el perjuicio a la vida humana de estos tóxicos, denunciados como cancerígenos, generadores de malformaciones congénitas, graves problemas en la piel, destrucción de los pulmones, el hígado y otros órganos.
Debemos pensar que en Loma Verde estas fumigaciones no tienen restricciones ni a 100 ni a 400 metros, que muchas veces se hacen a 50 centímetros del cerco del predio vecino, donde plácidamente juegan niños, adultos y ancianos, convencidos de las bondades del aire que respiran.
Lamentablemente el municipio parece no tomar conciencia de este grave problema y no tiene a todas luces una política para confrontar esta grave amenaza sobre los vecinos de la localidad más joven del distrito, al punto que en el mismo vivero municipal se realiza la práctica de pulverizar con estos tóxicos.
Este que parece un escenario harto complicado, que promueve un ocaso lento pero indefectible del otrora paraíso natural que fue Loma Verde, corre riesgo de acomplejarse aun mas.
Existen altas posibilidades que Loma Verde se transforme en una de las sedes de las plantas incineradoras de Residuos Sólidos Urbanos que la Provincia de Buenos Aires con impulso del gobierno nacional está planificando para lo que se conoce como el AMBA, es decir CABA y parte de los partidos del conurbano bonaerense.
De implementarse esta metodología de disposición final de los RSU, habrá que agregar a los tóxicos y venenos de los agroquímicos, las dioxinas y furanos, liberados por estas plantas incineradoras que ya fueron descartadas hace cincuenta años, por liberar al aire elementos letales para la vida humana.
La instalación de una planta de este tipo expresará entonces un retroceso de 50 años en la conciencia ambiental y un paso más hacia el definitivo ocaso de Loma Verde.
Parece trágico, pero hay mucho por hacer para transformar este panorama negro, ojala al menos podamos intentarlo.