La gran oportunidad

APCS Por Alfredo Bracaccini. La gran oportunidad

Los Centros Culturales

Con ese nombre, se designa a los espacios destinados a desarrollar actividades que promueven lo artístico y cultural
en la comunidad. Cuando en los 80´s irrumpen los Centros Culturales ya lo barrial ha dejado de ser el leiv motiv de su creación y desarrollo.

Más bien la elección del barrio a establecerse, tenía más que ver con conseguir espacios en desuso (talleres mecánicos/
pequeñas fábricas, etc.) y a los menores costos de alquiler o compra, que a la tradición cultural del lugar. En muchos casos, grupos de artistas generaban estos espacios para experimentación artística, intentando independizarse de un circuito comercial al que no podían pertenecer. Esto les permitía probar nuevas estéticas, tanto en las formas, como en los contenidos, otorgándoles la libertad de desarrollar proyectos que no tuvieran expectativas exclusivamente económicas.

El objetivo de exhibir sus creaciones hacía que apuntaran a un público que pudiera valorar sus propuestas, independientemente de dónde residieran, lo que hacía que el barrio, no fuera más que una escenografía geográfica. Desde el punto de vista artístico, esta oleada de variadas propuestas, fue nutritivo. Entre tanta menesunda, aparecieron algunos proyectos excelentes.

La libertad y el desenfado con el que muchos Centros Culturales presentaban sus propuestas, la dio a la movida, un marco excitante y movilizador.

Después de estar encorsetado a la fuerza, por los nefastos años de la dictadura, el mundo cultural quería gritar a los
cuatro vientos, su desahogo, su nunca más. De alguna forma, la desfachatada estética de la Cultura independiente también fue una moda de ruptura, de exorcizar los demonios de la represión, ahogándolos en lentejuelas y descontrol.

Y tal vez alguno, en el delirio de esa psicodélica época, creyó que se volvía a parir otro Instituto Di Tella. Algunos de estos lugares siguieron insistiendo con su estética de propuestas alocadas y como toda moda, pasado el tiempo de catarsis creativa, muchos fueron cerrando.

Con menos pretensiones, pero mucho más realistas, sobrevivieron los Centros Culturales que proponían menos
brillos de cartelera pero mayor cantidad de actividades, pensando más en sus vecinos que en las tapas de revista del
espectáculo. Cursos y talleres de diferentes disciplinas artísticas, prácticas de artes marciales y algunos incorporaban bibliotecas, nuevas tecnologías y capacitaciones. La Cultura independiente, como el país, aprendió a adaptarse de forma camaleónica para poder sobrevivir.

Crisis políticas y económicas, endeudamientos astronómicos, conflictos laborales, en fin, nuestra Argentina.
Y en una de esas tantas mutaciones, reapareció la figura de los Centros Culturales, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires. En la mayoría de los casos respondiendo a un diseño político de crear cabeceras de playa en cada comuna que la
de promover la cultura barrial (salvo honrosas excepciones). Esto hizo que muchos lugares bajo la denominación de “Centro Cultural “ofrecieran cursos y talleres a los que no iba nadie, pero que debían ofrecer para poder ser beneficiados de algún subsidio (a través de algún que otro contacto).

El aumento exorbitante de los costos básicos y la falta de actividad hizo que muchos de estos lugares, aun recibiendo
algún subsidio, no pudieran sostenerse mucho tiempo más. Todas las esperanzas de una reactivación económica que
pudieran albergarse por el cambio de gobierno murieron sólo 101 días después.

Daba la impresión de que la Pandemia, como un killer de la mafia de Chicago de los años 30, venía a pegarle el tiro de
gracia a toda la Cultura independiente. ¿Será este el tiro del final?

Esa era la angustiante pregunta que muchos nos hicimos. Y más allá de los agoreros pronósticos que se pudieron
realizar, tuvimos la convicción de que también era una magnífica oportunidad para reestructurar conceptos y llevar a cabo acciones que llevaran a recuperar, no sólo a la Cultura Popular, sino también a los valores que siempre formaron parte de esa cultura.

Y hoy, frente a la cruda realidad política y social de nuestra Argentina, rescatar la verdadera función social de los centros culturales, debería ser la prioridad para la recuperación de la comunidad. Comunidad a la que todos pertenecemos, más allá de lo cultural o la agrietada posición que cada uno tenga. Es una buena forma de plantar bandera, frente al sombrío escenario que se nos presenta, si se cumplen los vaticinios en las próximas elecciones presidenciales. Y ésa es, en parte, nuestra responsabilidad, la de los que formamos parte de este confuso mundo cultural independiente.

Porque Cultura Popular es lo artístico, pero también lo son nuestras costumbres, nuestras creencias y nuestra identidad.
Nuestra historia. Y como en toda buena obra de teatro, es necesario que cada uno, cumpla con el rol que le toca.

Y el de la Cultura Popular, sin duda, es el de la resistencia.

“ Porque la Cultura Popular no hace la revolución, pero no existe una verdadera revolución, sin Cultura Popular “

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