APCS por Gustavo Giacomo. A veinte años del corralito y por qué ahora, a pesar de que faltan dólares, no se repite la misma historia
Una brutal fuga de depósitos, un megacanje evaporado en días, un país debilitado políticamente. Una economía encorsetada. Un Estado a punto de volar por los aires. Así y todo, miles de ahorristas minoritarios confían que sus pesos son convertibles porque lo dice una ley. Es decir, por cada peso depositado hay un dólar de respaldo. Y por cada dólar, también un dólar. Ese sistema, en un sistema financiero maltrecho, que no da más y que está a punto de sucumbir.
Es sábado y hay anuncios del entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo. Es 1 de diciembre de 2001, hace ya 20 años. Ese día se anunció el ‘corralito’, que pisaba los depósitos pero que permitía la entrega de 250 dólares por cuenta. Luego el ‘corralito’ se convirtió en ‘corralón’. Apenas un mes después, con una profundización de la crisis económica, política y social, la convertibilidad, esa ley que ató al peso con el dólar durante 10 años, llegaba a su fin. El corralito duró un año más, hasta el 2 de diciembre de 2002.
El sistema financiero sufrió un cambio estructural después de la crisis de la convertibilidad. Hasta entonces, funcionaba como bimonetario y los clientes depositaban pesos y los acreditaban como dólares. Incluso se podía depositar pesos y extraer el mismo monto en dólares. Eso generó un gran «descalce» de monedas, porque los bancos recibían pesos y los prestaban en dólares. De repente, los argentinos que cobraban sus salarios en pesos debían las cuotas de los electrodomésticos y las de la hipoteca, en dólares.
Con la crisis de la convertibilidad, los ahorristas pretendieron sacar esos dólares que nunca estuvieron en los bancos, más allá de los asientos contables.
Hoy el sistema está perfectamente diferenciado. Y el que gana en pesos, debe en pesos. Y solo el que tiene una actividad generadora de dólares puede tomar un crédito en moneda estadounidense . Esto provocó que los bancos estén con los dólares de sus clientes sin encontrar un mercado de igual magnitud para prestar y ocho de cada 10 dólares estén físicamente en las bóvedas.
En 2019 este sistema se puso a prueba, cuando se retiró la mitad de los depósitos, unos u$s 23.000 millones salieron en pocos meses de los bancos.
Y el sistema lo soportó. Esta semana volvió a ponerse a prueba y la respuesta de los bancos fue muy clara: que se los lleven, que nos ahorran el costo de tener esos dólares guardados improductivos.