En el día de la «Noche de los Lápices» recordamos a los estudiantes enterrados en el Cementerio de Grand Bourg

Reconocimiento del cuerpo de Leticia Akselman

APCS. Por Jorge Colmán (*). En el día de la «Noche de los Lápices» recordamos a los estudiantes enterrados en el Cementerio de Grand Bourg

Leticia Mabel Akselman Cardella y Federico Julio Martul fueron enterrados como NN en el Cementerio de Grand Bourg (Ver lista), ambos eran militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios y desaparecieron durante la dictadura cívico militar.

Ambos fueron hallados fusilados en lo que se conoce como el «Triple crimen de Del Viso» (por aquel entonces Partido de General Sarmiento) sus cuerpos fueron hallados sin vida en la vía pública y a pesar de ser identificados por la policía nunca se notificaría a la familia su trágico final.

Recordar a estos jóvenes estudiantes es reconocer su lucha por un mundo mejor, ambos desde la Juventud Peronista, la lucha de sus familias por encontrar sus cuerpos y los responsables de sus muertes en esa página negra de nuestra historia.

Hicimos una recopilación de historias y notas para reconocerlos y mantener viva su memoria.

Leticia Mabel Akselman Cardella

Nacida en Capital Federal el 6 de diciembre de 1957. En la escuela primaria fue una alumna excelente, destacada y premiada. Era una chica aplicada y hogareña: tejía, se confeccionaba su propia ropa, interpretaba hermosas canciones en el piano y estudiaba dibujo, pintura y cerámica. Poseía verdaderamente un alma muy sensible y eso la llevó a tener inquietudes e ideales de justicia. Estudiante en el Normal N° 4 en donde se recibió de maestra con las mejores calificaciones.

La “Pancha” Akselman, inconfundible por su cabello corto, tipo mota, era militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Vivía con su madre Poema Cardella de Akselman.

Secuestrada-desaparecida en la vía pública el 12 de junio de 1976. Vista en el campo de concentración “El Vesubio”. Fusilada el 3 de julio del mismo año en la localidad de Del Viso, provincia de Buenos Aires. El 26-09-2008 en su carácter de ex alumna de la Escuela Normal Superior Nº 4 “Estanislao Severo Zeballos”, recibió un homenaje consistente en la colocación de una baldosa con su nombre y a su memoria. Ubicación: Avenida Rivadavia 4950, Barrio porteño de Caballito. Un dato más: Leticia Mabel Akselman era nieta de una luchadora anarquista (Juana Rouco Buela) que escribió un libro autobiográfico, allá por 1963, titulado: “Historia de un ideal vivido por una mujer”.

El Cadáver de Leticia, fue hallado el 3 de Julio de 1976 en lo que se denomino el triple crimen de Del Viso. Junto a los cuerpos de Federico Martul y Gabriel Dunayevich. Leticia contaba al momento de su asesinato con tan solo 18 años.

Alta, de piel morena, ojos profundos, cabello enrulado, Leticia empezaba a vivir. Pocos meses antes había terminado el secundario en la Escuela Normal No. 4, calle Rivadavia y José María Moreno.

Yo me llamo Juana Lucía Comas. Tengo 25 años, hace dos años que estoy en H.I.J.O.S. y esta es mi historia. Mis padres se conocieron en el ‘69, en la facultad de Humanidades, cursando una materia juntos. En el ‘70 se casaron, y en el ‘72 nací yo.

El 12 de junio del ‘76 la secuestraron a mi tía, Leticia Mabel Akselman de 18 años. Ella militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (U.E.S.) en la Villa 31 de Retiro. En la mañana de ese día iba a la casa de una amiga que vivía en Lomas de Zamora a una reunión y el Ejército la interceptó en la mitad del trayecto. Estuvo detenida en el «Vesubio» y después la trasladaron a Campo de Mayo. A los dos días de su secuestro le allanaron la casa a mi abuela, robaron todo y quemaron algunos libros. Unos días después volvieron. Ella no estaba en ese momento. La esperaron todo el día hasta que finalmente se fueron.

Asesinaron a mi tía el 3 de julio del ‘76. Eso lo supimos muchos años después cuando el equipo de Antropólogos Forenses encontró restos humanos en la localidad de Del Viso en febrero del ‘87. Los analizaron y por eso supimos la fecha exacta de su asesinato. Junto con los de ella se hallaron los restos de Gabriel Dunayevich de 18 años y los de Federico Martul de 17. Los encontraron con las manos atadas, varios impactos de bala cada uno y carteles incriminatorios de tipo político en la espalda. En septiembre de 1987 la Cámara ordenó que se le entregara el cuerpo de mi tía a mi abuela. Le dimos sepultura en octubre de ese mismo año……

Testimonio de la mamá de Leticia Akselman

Leticia fue la tercera de mis hijas, nació el 6 de diciembre de 1957. Sus hermanas tenían nueve y seis años. Fue el encanto de la familia, la felicidad de todos. Era una regordeta llena de rulitos, siempre risueña. A los cuatro años fue al jardín de infantes de la biblioteca Belisario Roldan del barrio de Versalles. De esa biblioteca fue fundadora entre otros vecinos su abuela (mi madre), y yo colaboré y participé en ella durante muchos años.

En la escuela primaria Leticia fue alumna excelente, destacada y premiada. Asistió a la escuela de la calle Arregui y Bruselas. Cuando terminó el primario ingresó al Normal N° 4 en donde fue alumna brillante, se recibió de maestra con las mejores calificaciones. Era delegada de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), y debido a ello estaba siempre en actividad y yendo de una reunión a otra.

Al terminar el secundario empezó a trabajar en la fábrica de carteras de un amigo de la familia. Después del golpe de Estado de Videla y sus secuaces en 1976 tuve miedo por ella porque empezó a aparecer gente joven asesinada y se inició una gran represión en Argentina. El viernes 11 de junio de ese año fui a buscarla al trabajo para ir al cine, pero ella había quedado en encontrarse con unas compañeras de la escuela.

Esa noche no volvió a casa. Yo me alarmé y empecé a buscarla sin ningún resultado. A los tres días, al regresar de mi trabajo, encontré mi casa dada vuelta. Sin forzar puertas (habían entrado con sus llaves) registraron todo, se tomaron todas las bebidas y licores que teníamos, estaba todo lleno de ceniza y colillas de cigarrillos. Se llevaron todo lo que había de valor en mi casa: alhajas, relojes, cuadros, porcelanas, el televisor, un proyector de películas, máquinas de cine, fotos… Vulgares ladrones.

Pero esto pasó en todos lados. No sólo se llevaron a nuestros hijos, también nuestras pertenencias. Yo tomé algunas ropas y me fui, no volvimos nunca más a nuestra casa. Ahí comenzamos la búsqueda de Leticia en la comisaría del barrio, en el Ministerio del Interior, con autoridades religiosas a través de visitas personales y cartas. En fin, las mil y una cosas que uno hizo para encontrarla. Recurrimos a personalidades, a influencias, pero no pudimos saber ni averiguar nada.

Al mes llegó una orden de cesantía inmediata para mí en el hospital en el cual trabajaba ¡habían implantado el terror! En el hospital lloraban todos, nadie podía entender nada. Así fue el terror que instaló la dictadura. Se seguía sabiendo de desaparecidos y mientras tanto nosotros seguíamos buscando a Leticia. Tiempo después su papá se enfermó de cáncer y murió a los nueve meses. ¿Cómo yo estoy viva? no lo sé, tal vez para poder contar esta historia.

Luego de diez años supe lo que había pasado con mi hija. A los pocos días de ser secuestrada la mataron junto con dos estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires, ellos se llamaban Federico Martul y Gabriel Dunayevich. A esta bravuconada le siguió Malvinas ¡se quisieron hacer los patriotas! Ese fue otro genocidio.

Desde la cuna, Leticia conoció el hambre por la justicia. Sus abuelos maternos habían sido grandes luchadores por la libertad a principios de siglos. Sus abuelos paternos, Judíos, habían sufrido persecución en Europa. Sus padres lucharon por la libertad y la justica en Argentina. Creció con estos ideales, y en la secundaria empezó a militar en la unión de estudiantes secundarios.

Leticia era una chica muy aplicada y hogareña. Le gustaba hacer de todo y lo hacía bien. Tejía, se hacía su propia ropa, tocaba el piano, estudiaba dibujo, pintura y cerámica.

Leti era querida por sus compañeros de escuela. En su cuarto año en el secundario, empezó a paricipar en la Unión de Estudiantes Secundarios. Era una chica decisiva y firme. Su familia quería que cesara sus actividades sindicales, a razón del peligro que se vivía en ese tiempo – el solo participar en una pintada o ir a una reunión de estudiantes era causa para represión.

«Leticia Mabel Akselman fue secuestrada en la vía pública el 12/6/76 y después de 10 años a fuerza de buscarla me enteré que la habían asesinado a los 20 días con dos chicos del Colegio Nacional de Buenos Aires. Ella tenía 18 años y ellos 17. Leticia terminó el secundario en 1975. Aquí muestro dos certificados escolares. También la carátula del expediente que inició la policía llamada por los vecinos que en la madrugada del 3 de julio oyeron las ráfagas de ametralladoras y al otro día encontraron los tres asesinados. Muestro también dos fotos con el cuerpo lleno de balas (de las muchas que figuran en el expediente). La querella que inicié está incluída en la causa 450 a Suarez Mason, sin que se haya hecho justicia.

Leticia fue una excelente hija, excelente estudiante, llena de amor, inquietudes e ideales, entre ellos de justicia. Era dirigente de la unión de estudiantes secundarios.»

Su Mamá

Estudié con Leticia, compartimos sonrisas, chiquilinadas, cosas de adolescentes, en el Liceo Número 2, Amancio Alcorta. Leti era sencilla, humilde, grande, una amiga excelente, una estudiante aún mejor, con gran sentido del humor; me parte el alma ver esas fotos, siento odio, bronca, impotencia. Leti querida, en esa nube en que estás sabrás que siempre te recuerdo, no sólo yo, muchas más, has sido un ejemplo de lucha, un ejemplo de amor, de solidaridad, por aquellos momentos vividos agradezco haberte conocido, hubieses sido una grande, no te dejaron ser, te sigo queriendo y siempre te recordaré, justicia, pido justicia, amén.

Soy ex alumna del Liceo Número 2, Amancio Alcorta. Puedo contarles exactamente que estaba haciendo el 12/6/76; porque todavía mi marido y yo lo celebramos. Ese día un chico me pidió que saliera con él..y lo resto es una historia de amor.

Jamás hubiera pensado que ‘nuestra fecha’ tuviera un significado tan triste para la familia de una compañera de ‘mi camada’.

No me acuerdo de Leticia; pero creo que nos movíamos en los mismos círculos. Ella era un poquito m\ás grande que yo; pero seguro que estuvimos juntas en las marchas contra el derroco de Allende; y los aniversarios de la masacre de Trelew, etc.

Quiero testificar que lo único que nos impulsaba era la necesidad de justicia. Queríamos que nos escucharan y creíamos que nos escucharían. Creíamos que podíamos cambiar las cosas; en Argentina y en el resto del mundo. Nuestro plan era lograrlo a traves de demostraciones, escribir paredes, pegar afiches. Entonces pasábamos de escuela en escuela a buscar a nuestros compañeros del Nacional Mariano Moreno, las compañeras del Liceo 12 y los compañeros del Comercial….copábamos los vagones del subte y saltábamos mientras gritábamos: ‘El que no salta es un gorilón! El que no salta es un gorilón’, y nos íbamos a Plaza de Mayo o al centro.- A pesar de las amenazas de mis padres, yo no podía dejar de lado a mis ideales; o sea que todo esto lo hice a escondidas de ellos.

Seis meses después mis padres decidieron dejar el país; y como despedida, Coordinación Federal nos dió el último recuerdo de Argentina: Detenernos a toda la familia, apuntarnos con armas largas, enfocarnos con una luz enceguecedora…y dejarnos entrar a nuestra casa sin más. Que barato la pagamos. Si esos basuras hubieran sabido de mis cantitos en el subte….

Que desastre; que desperdicio, que ignorancia, que horror…deshacerse del futuro de semejante manera! No quiero ver a nigún otro de mis compañeros en un sitio web así… y sin embargo sé que no es posible. Hay más. Tarde o temprano llegará la justicia y la sangre de nuestros compañeros testificará contra esos asesinos.

Leticia, sé que donde estás reina la justicia; y algún día te veremos de nuevo. Para los padres de Leticia; perdón por desobedecerlos…estábamos seguras que podíamos cambiar las cosas. Les aseguro que cada día que vivo, lo hago de una manera en que pueda honrar el recuerdo de Leticia y de todas las Leticias desaparecidas…

Alicia

Federico Julio Martul

Julio Federico Martul, nacido el 05 de mayo de 1959, y era hijo único de una madre soltera (Teresa Fidelina Martull), que se ganaba la vida como enfermera, ex alumno del Colegio Nacional Buenos Aires, el “turquito”, era militante de la Union de Estudiantes Secundarios (UES) del Colegio Hipolito Yrigoyen de Barracas, cursaba el 5 to año cuando fue detenido-desaparecido a los 17 años de edad el 26 de junio de 1976 por personal policial en su domicilio de Salta 1043 Piso 3 Dto C del Barrio de Constitucion, fue visto en el Centro Clandestino de Detencion “El Vesubio” y asesinado el 3 de julio del mismo años en las calles Gral Viamonte y Calle 4 de la localidad de Del Viso, su cuerpo tenía 3 disparos: en la boca, en el ojo derecho y en la garganta.

El fiscal Félix Crous durante los juicios llevados a cabo sobre el Centro de Detencion y Totura “El VEsiubio” manifestó “ En 1976 hubo un grupo de estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires, de la UES. La fiscalía dio por probado el traslado a El Vesubio de Federico Julio Martul y Gabriel Dunayevich, de 17 y 18 años, cuyos cuerpos aparecieron el 3 de julio de ese año en una banquina de Del Viso. Estaban boca abajo y a los extremos del cuerpo de Leticia Akselman, otra víctima. Tenían impactos de bala y, por un grupo de vecinos, sus padres pudieron saber que los fusilaron, los ataron con alambres y les pusieron un cartel que decía: “Fui Montonero”.

El sentimiento de lo diabólico (Nota de Página 12)

En el último tramo del juicio oral, el fiscal Félix Crous dio por probada la intervención de los ocho acusados en el centro clandestino y avanzó con la descripción de las víctimas, entre ellas Raymundo Gleyzer y alumnos del Nacional de Buenos Aires.

Por Alejandra Dandan

La última etapa de los alegatos de las querellas por los crímenes cometidos en el centro clandestino El Vesubio estaba por empezar. Los tres militares acusados, aún en libertad, ya estaban sentados. A los otros cinco imputados, ex agentes penitenciarios, les habían sacado las esposas y estaban ahí, a la espera, en su nueva condición de prisioneros. El fiscal Félix Crous, a cargo del armado de este último tramo en el juicio oral, empezó el alegato con estas palabras: “Pienso que todos los aquí reunidos coincidirán conmigo en que cada vez que, a través de testimonios personales o de documentos, tomamos contacto con la cuestión de los desaparecidos en la Argentina o en otros países sudamericanos, el sentimiento que se manifiesta casi de inmediato es el de lo diabólico. Desde luego, vivimos en una época en la que referirse al diablo parece cada vez más ingenuo o más tonto, y sin embargo es imposible enfrentar el hecho de las desapariciones sin que algo en nosotros sienta la presencia de una fuerza que parece venir de las profundidades, de esos abismos donde inevitablemente la imaginación termina por situar a todos aquellos que han desaparecido”.

Sólo al final Crous contó que esas palabras las había pronunciado Julio Cortázar en 1981, en París, para el coloquio sobre la política de la desaparición forzada de personas, en medio de la pelea para que Naciones Unidas reconociera el estatus de los desaparecidos. Y aquí, en la trama de El Vesubio, fue el soporte para anclar el alegato por 155 víctimas del campo de exterminio ubicado en el cruce de Riccheri y General Paz. Algunas de ellas, dijo Crous, recuperaron la libertad; 22 aparecieron asesinadas y existe una “enorme cantidad de desaparecidos”, cuyos cuerpos aún buscan sus familiares.

“Nosotros nos sentimos muy honrados de estar en ese futuro que señalaba Cortázar, acusando a quienes acusamos en este juicio”, dijo el fiscal. “Estamos acá porque las madres jamás abandonaron a sus hijos, porque los hijos nunca abandonaron a sus padres, porque azuzaron a una sociedad narcotizada por el consumo o la angustia por la sobrevivencia a recordar que aquí había cosas pendientes.”

El alegato se extenderá toda la semana. En el comienzo, la fiscalía homenajeó a dos abogados, víctimas de El Vesubio, y sin mencionarlo le dedicó una crítica a Pablo Jacoby, que actúa en representación del gobierno alemán por una de las víctimas y es socio, a la vez, del estudio jurídico que defiende a la dueña del Grupo Clarín, Ernestina Herrera de Noble, en la causa por la identidad de sus hijos adoptivos Marcela y Felipe.

En el proceso por los delitos perpetrados en El Vesubio son juzgados ocho represores: los militares Hugo Pascarelli, Héctor Gamen, como jefes de área, y Pedro Durán Sáenz, a cargo del centro clandestino, y cinco ex agentes penitenciarios. Las querellas vienen pidiendo prisión perpetua para los militares porque son los únicos acusados hasta ahora por los 22 homicidios. Crous empezó por ese punto; dio por probada la intervención de todos los acusados en los hechos vinculados al campo clandestino y explicó la lógica de los homicidios: “Los cuerpos pertenecían a personas sacadas para ser fusiladas en completa indefensión, sus cuerpos se hallaron en escenas montadas para mostrar al resto de la sociedad los resultados de un supuesto enfrentamiento con las fuerzas de seguridad”. Así aparecieron todos los cuerpos en episodios ocurridos en Monte Grande, Del Viso, Avellaneda y Lomas de Zamora.

Luego avanzó con la descripción de las víctimas de 1976, 1977 y 1978. Un dato: la descripción reconstruyó trayectorias políticas, pero del modo en el que fueron narradas durante el juicio; no aparecieron en la voz de los fiscales, sino con el tipo de relato de cada sobreviviente o familiar.

El ’76 es el período más borroso de El Vesubio. Funcionaba sólo una de las tres casas destinadas a la organización de la represión y es el año con menos registros de víctimas, porque además hay menos sobrevivientes. La primera víctima cuyo caso fue reconstruido fue Gabriel Oscar Marotta, secuestrado el 29 de abril en La Plata, blanqueado y liberado en octubre de 1982. Durante su cautiverio, escuchó a otro compañero decir que estaba muy apenado porque había mandando “en cana a Haroldo Conti”. El caso del escritor no pertenece a la causa, pero su mención pareció indicar alguno de los pedidos que se harán al término del alegato.

Otra víctima del ’76 vinculada a Conti fue Raymundo Gleyzer. La fiscalía acusó por el secuestro a Gamen y Pascarelli y dio por probado que lo secuestraron el 27 de mayo de 1976. Ese día almorzó en casa de su madre, a las 16 pasó por el sindicato de cine y a las 18 no llegó a recoger a su hijo. Su hermana Greta encontró el departamento desvalijado. Una vecina había escuchado gritos, vio a varios hombres llevarse cosas y, cuando preguntó si era una mudanza, le respondieron: “Acá hay mudanza para rato”. Gleyzer permaneció en El Vesubio hasta el 20 de junio de 1976. Sus amigos ya denunciaban que estaba con Conti. Sabían que lo habían tirado en “una mesa completamente electrificada, que en lugar de tener simples electrodos, las personas eran cortadas vivas”.

En 1976 hubo un grupo de estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires, de la UES. La fiscalía dio por probado el traslado a El Vesubio de Federico Julio Martul y Gabriel Dunayevich, de 17 y 18 años, cuyos cuerpos aparecieron el 3 de julio de ese año en una banquina de Del Viso. Estaban boca abajo y a los extremos del cuerpo de Leticia Akselman, otra víctima. Tenían impactos de bala y, por un grupo de vecinos, sus padres pudieron saber que los fusilaron, los ataron con alambres y les pusieron un cartel que decía: “Fui Montonero”.

Un dato particularmente subrayado fue el procedimiento sobre los cuerpos. “Usualmente se descubrían uno o dos días más tarde –dijo Clarisa Miranda, fiscal adjunta–, pasaban a manos de la policía local y los llevaban a la morgue.” Un médico forense hacía la autopsia y certificados, pero “ni una sola medida servía para investigar las identidades, que era muy fácil de hacer con las pruebas dactilares”. A los cuerpos los depositaban como NN en el cementerio local y el caso se cerraba. Pero con Martul la “burocracia atentó contra la clandestinidad”, porque la extracción de las huellas le permitió a su familia dar con su cuerpo pocos días más tarde. “Desde entonces el expediente no tuvo ningún avance significativo, nada hizo el Poder Judicial para identificar a las otras víctimas hasta el retorno a la democracia.”

Uno de los hechos centrales de 1977 fueron las 16 víctimas de la masacre de Monte Grande. Entre ellas está Elizabeth Kaserman, secuestrada a principios de marzo de 1977, y un grupo de militantes de la brigada obrera del Poder Obrero. Sus caídas y la lógica con que fueron perseguidos aparecieron con claridad en el juicio por los relatos de testigos, pero también por los documentos de la ex Dirección de Inteligencia de la Policía Bonaerense (Dipba).

(*) Vice Presidente de la Comisión por la Recuperación de la Memoria de Campo de Mayo

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