El beato Enrique Angelelli y el asesinato de los Padres Palotinos

APCS por Delfor «Pocho» Brizuela (*) El beato Enrique Angelelli y el asesinato de los Padres Palotinos

Este año 2021 coinciden los dias de la semana con el fatídico año 1976, año de desolación, cárceles, tortura, desapariciones y exilios perpetrados por la dictadura cívico-militar.

Aquel 4 de julio, como hoy, era domingo. Fiesta de invierno de San Nicolás, como hoy también. Yo participaba activamente en el grupo juvenil de La Catedral, bastante diezmado por el miedo, a esa altura de los acontecimientos.

Mi tarea era múltiple, porque éramos pocos. Dar una mano en la novena y en las distintas misas. A veces guiar o entonar los cantos en las celebraciones.

Aquél domingo me fui temprano a La Catedral. Siempre compartíamos unos mates con el excepcional padre Armando Amirati, el viejo Armando, como le decíamos. Esos días de novena estaba de predicador un fraile capuchino magnifico y comunicativo: Luis Coscia, que también sumaba su bonomia y cordialidad franciscana en las breves y sabrosas mateadas.

En esa jornada tensamente festiva, los curitas comentaron la noticia dolorosa y cruenta: El asesinato de cinco religiosos en una iglesia de Buenos Aires. Eran Palotinos, tres de ellos sacerdotes y dos seminaristas.
Alfredo Leaden, Alfredo Kelly y Pedro Duffau, Salvador Barbeito y Emilio Barletti.

Angelelli, venia atravesado por la persecución. Algunos de sus curitas, como el padre Ruiz , presos, y muchos de sus amigos y amigas, laicos y laicas, detenidos y detenidas, exiliados y exiliadas, desaparecidos y desaparecidas.

El obispo estaba cercado, pero no perdía el humor, la alegría de compartir y el corazón lleno de evangelio y de paz.

Ese día, como siempre, habían llegado muchos peregrinos y promesantes que cubrían todos los espacios disponibles de La Catedral y la Plaza Principal. A la siestita, lo recuerdo a Angelelli saludando, con ese afecto de «tierra adentro», a mujeres y hombres de un contingente del noroeste de Córdoba, que después de un almuerzo de campaña, uno de ellos, músico, desplegaba con habilidad el acordeón.

No olvido la estampa: Angelelli atento a la ejecución de un tango de este músico popular, que se lo notaba con unos vinitos de más. Angelelli lo abrazó y lo acompañó al interior del templo para que la dedique la pieza a «Tatita San Nicolás». Fué todo ternura, en medio del dolor, de ese día en particular, por los Palotinos, pero de todos los días, que nos sorprendían las oscuras y dramáticas noticias de una desbocada y cruel dictadura.

Después Angelelli presidió la tradicional procesión y, al concluir, dirigió un mensaje desde el púlpito, presentado por el padre Ortiz, lleno de fortaleza, aludiendo a los atentados, como el de esa mañana en la Iglesia San Patricio, y haciendo un ferviente alegato a la paz y la fraternidad amenazada por el odio y el atropello sistemático.

Yo estaba abajo de las escaleritas del púlpito de madera, y lo recuerdo con el rostro cansado pero sereno, diciéndome: «Hacéte un ladito chango, que tengo que subir.»

Subió y dijo a la muchedumbre su profético y siempre valiente mensaje.

Fue la última vez que lo vi al Obispo Angelelli de cerquita, un domingo 4 de julio del 76, día que asesinaron a los cinco Palotinos, la Dictadura.

Mártires Palotinos: Presentes!
Ahora y siempre!

(*) Delfor «Pocho» Brizuela es Secretario DDHH de La Rioja

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