Volver a ser, los Centros Culturales

APCS por Alfredo Bracaccini. Volver a ser, los Centros Culturales     

Con ese nombre, se designa a los espacios destinados a desarrollar actividades que promuevan lo artístico y cultural en la comunidad a la que pertenecen
 

Se destaca como antecedente de los centros culturales, la existencia de actividad cultural en las instituciones de inmigrantes, a fines del siglo XIX, como forma de preservar los usos y costumbres de cada país y a la vez, lograr  desarrollar el sentido de pertenencia.

En las primeras décadas del siglo XX, son los clubes de barrio los que toman la posta. Creados en su mayoría por familias de obreros residentes es esos barrios, hacen que más allá de lo deportivo, existan los espacios para que la cultura desarrolle actividades de integración y divertimento y también se produzcan obras  con contenidos de claro tinte político y social. Los temas que proponían, tenían que ver con la problemática laboral de los vecinos. El concepto barrial era claro y directo. El barrio era su público.

A partir de los años 30, la sucesión de golpes de estado y las prohibiciones, fueron despolitizando a la mayoría de los clubes que sobrevivieron. Una de las estrategias fue enfocarse en lo deportivo y dejar los complicados laberintos políticos para otros. Otros muchos, murieron en el intento.
Cuando en los 80´s irrumpen los Centros Culturales, ya lo barrial ha dejado de ser el leiv motiv de su creación y desarrollo. Más bien la elección del barrio a establecerse, tenía más que ver con conseguir espacios en desuso (talleres mecánicos/pequeñas fábricas, etc.) y a los menores costos de alquiler o compra, que a la tradición cultural del lugar.

En muchos casos, grupos de  artistas generaban estos espacios para experimentación artística, intentando independizarse de un circuito comercial al que no podían pertenecer. Esto les permitía probar nuevas estéticas, tanto en las formas, como en los contenidos, otorgándoles la libertad de desarrollar proyectos que no tuvieran expectativas exclusivamente económicas. El objetivo de exhibir sus creaciones hacía que apuntaran a un público que pudiera valorar sus propuestas, independientemente de dónde residieran, lo que hacía que el barrio, no fuera más que una escenografía geográfica.

Desde el punto de vista artístico, esta oleada de variadas propuestas, fue positivo. Entre tanta menesunda, aparecieron algunos proyectos excelentes.

La libertad y el desenfado con el que muchos Centros Culturales presentaban sus propuestas, la dio a la movida, un marco excitante y movilizador. Después de estar encorsetado a la fuerza, por los nefastos años de la dictadura, el mundo cultural quería gritar a los cuatro vientos, su desahogo, su nunca más.

De alguna forma, la desfachatada estética de la Cultura independiente también fue una moda de ruptura, de exorcizar los demonios de la represión, ahogándolos en lentejuelas y descontrol. Y tal vez, alguno, en el delirio de esa psicodélica época, creyó que  se volvía a parir, otro Instituto Di Tella.

Algunos de estos lugares siguieron insistiendo con su estética de propuestas alocadas y como toda moda, pasado el tiempo de catarsis creativa, muchos fueron cerrando.
Con menos pretensiones, pero mucho más realistas, sobrevivieron los Centros Culturales que proponían menos brillitos de cartelera, pero mayor cantidad de actividades, pensando más en sus vecinos que en las tapas de revistas del espectáculo. Cursos y talleres de diferentes disciplinas artísticas, prácticas de artes marciales y algunos incorporaban bibliotecas, nuevas tecnologías y capacitaciones.

La Cultura independiente, como el país, aprendió a adaptarse en forma camaleónica, para  poder sobrevivir. Crisis políticas y económicas, endeudamientos astronómicos, conflictos laborales. En fin, nuestra Argentina.

Y en una de esas tantas mutaciones, reapareció la figura de los Centros Culturales. Sobre todo, en la Ciudad de Buenos Aires. Más por un diseño político de crear cabeceras de playa en cada comuna, que la de promover la cultura barrial (salvo honrosas excepciones).

En nombre de la Cultura, muchos de estos nuevos  emprendimientos comenzaron a recibir, en algunos casos subsidios y en otros fueron autorizados a abrir sus puertas, aunque la actividad que desarrollaban, no ameritara dicho otorgamiento. Ésto hizo que muchos lugares, bajo la denominación de “centro cultural “, ofreciera cursos y talleres, a los que no iba nadie, pero que debían ofrecer, para poder ser beneficiados, gracias a algún contacto, de cualquier subsidio.

El aumento exorbitante de los costos básicos y la falta de actividad, hizo que muchos de estos lugares, aún recibiendo algún subsidio, no pudiera sostenerse mucho tiempo más.

El tiro del final

Todas las esperanzas de una reactivación económica que pudieran albergarse por el cambio de Gobierno, murieron sólo 101 días después. Da la impresión que la Pandemia, como un killer de la mafia de Chicago de los años 30, vino a pegarle el tiro de gracia a toda la Cultura independiente.

 Conclusiones

Más allá de los agoreros pronósticos que se puedan realizar, quiero creer que ésta es una magnífica oportunidad para reestructurar conceptos y llevar a cabo acciones que lleven a recuperar, no sólo a la cultura popular, sino también a los valores que siempre formaron parte de esa cultura. Solidaridad, honestidad, dignidad, respeto, trabajo, lealtad. Recuperar el sentido barrial heredado de los primeros clubes de barrio. Rescatar la verdadera función social de los centros culturales.

Encararlo como un proyecto para la comunidad, contemplando sus necesidades. Y ésa es nuestra responsabilidad. Es un desafío para los que formamos parte de este confuso mundo cultural independiente. Porque Cultura Popular es lo artístico de una Comunidad, pero también lo son nuestras costumbres, las creencias, la identidad. Es nuestra historia. Y es mentira la Historia que nos relatan y nos quieren hacer creer. Y lo sabemos bien, porque nosotros somos creadores de historias.

Somos artistas.
 

“Pasan los años, pasan los gobiernos,
Los radicales, los peronistas,
Pasan veranos, pasan inviernos.
Quedan los artistas.
Pasan las crisis, pasan las guerras,
Pasa la prensa sensacionalista,
Las prohibiciones, las listas negras.
Quedan los artistas.
Pasa la belleza, y la juventud,
Los optimistas y los pesimistas,
Pasan las pestes, pasa la salud.
Quedan los artistas, quedan los artistas, quedan los artistas.”
Fragmento Canción Final “Salsa Criolla”
                                                               Enrique Pinti

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