Por Jorge P. Colmán. El radicalismo hace años que ha perdido su electorado progresista, los pocos que quedaban fueron aislados y tratados de traidores, el acuerdo con el PRO blanquea la identidad de los conservadores populares del interior del país, que son hoy los verdaderos dueños del partido radical.

Algunos argumentan diciendo que lo hacen para «salvar al partido de su extinción», yo creo que están consustanciados con el proyecto de la nueva derecha suramericana, del cual Ernesto Sanz es su mas ferviente devoto.

Que Julio Cobos y Morales también pertenecen al conservadorismo popular no lo dudo, pero la versión Macri los seduce por su antiperonismo visceral, Sergio Massa es una versión no confiable del neoperonismo, peor aún su entorno, que es el tren fantasma.

En la UCR y el PRO no hay juventud, mientras en el kirchnerismo ha sido una política constante la construcción de militancia juvenil en todas sus agrupaciones. Sin juventud no hay espíritu de cambio ni de rebeldía, solo quedan los conservadores y los gerentes de la política. Los gritos de la juventud radical fuera de la Convención partidaria, fueron una muestra de la agonía de un sector, a años luz de la juventud alfonsinista de los ´80.

El radicalismo se quedo sin progresismo porque no ha generado una agenda partidaria para captarlos, peor aún, han hecho seguidismo de las consignas de la corporación mediática, que solo genera argumentos de intereses empresarios y las corporaciones internacionales.

Hablar de la muerte del radicalismo es muy prematuro, pero esta alianza va a generar nuevos éxodos y fragmentación, en busca de identidades que representen el viejo radicalismo alfonsinista y hoy cobijados (aunque no les guste) dentro del ideario kirchnerista